Nuestro sí al Señor debe ser una respuesta de confianza, abandono y sinceridad, aceptando la cruz diaria como un medio eficaz que ayuda al proceso de conversión. El tiempo de cuaresma que se ha vivido en nuestro Seminario, nos ha permitido descubrir que no somos nosotros los que damos algo a Dios, más bien es él quien en su bondad se nos dona totalmente, para que a través de la reconciliación y la conversión podamos caminar todos juntos y así llegar a la gran celebración de la pascua, que es la máxima expresión de alegría del cristiano.
No dejemos que este tiempo pase una vez más desapercibido, por el contrario, démonos la oportunidad de purificar todo aquello que nos aleja del Señor y de ver la cruz como un obstáculo en el camino hacia la santidad. Que al acércanos a estas fiestas pascuales nuestra fe, esperanza y caridad se acrecienten en el gozo de Cristo vivo y resucitado.